Atrapada en la confluencia entre los ríos Missouri y Mississippi se encuentra la pequeña pero vibrante ciudad de St. Louis. Si por algo se ha caracterizado esta metrópolis enclavada en pleno corazón de la Ruta 66 ha sido por su arraigada tradición músical, pues está considerada como la cuna del blues.
Pero si algo ha alterado las emociones de los habitantes de St. Louis es su amor y pasión por el football. En unas pocas ocasiones les ha permitido celebrar con entusiasmo y les ha hecho caer lágrimas de alegría, y en otras tantas les ha invadido la amargura y han derramado lágrimas de desconsuelo. Han podido saborear las mieles del éxito pero también han desfallecido cuando se han quedado huérfanos de un equipo de football con el que identificarse, con el que sufrir y con el que llevarse alguna pequeña satisfacción pasajera. Lo han tenido todo y se han quedado sin nada.

Y es que si atendemos a las tradiciones y la narrativa más popular, la historia comenzó "oficialmente" en los años 60 cuando los Chicago Cardinals, tras no poder soportar la rivalidad fraternal con los Bears en la "Ciudad del Viento", se mudaron al sur y llegaron a St. Louis. El equipo conocido como los "Big Red" o los "Football Cardinals" para evitar confusiones con los St. Louis Cardinals, de las Grandes Ligas de béisbol, se movió durante 28 años en la más absoluta mediocridad sin obtener ni una sola victoria de playoffs, con tres únicas apariciones en postemporada durante este largo período de tiempo. El cúmulo de esta irrelevancia competitiva unido al hastío de la gente, hizo decrecer el interés de los fans, bajó la asistencia a los partidos y el dueño de la franquicia, Bill Bidwill, comenzó a explorar opciones para un futuro alejado de la ciudad que había acogido a los "Football Cardinals" en los últimos años. Con la marcha del equipo al estado de Arizona en el año 1988, la ciudad de St. Louis se encontró sin una franquicia en el football profesional casi tres décadas después. La primera gran historia footballera de la ciudad había llegado a su fin y los aficionados se quedaban huérfanos en lo deportivo y desolados en lo emocional.
Pero antes de esos St. Louis "football" Cardinals hubo 2 equipos que fueron el germen footballero de la ciudad, 2 pequeñas historias pasajeras que llevaron el deporte del oval a la ciudad del blues. El primero de ellos, el que inició el football profesional a las orillas del Mississippi, fueron los St. Louis All-Stars.

Lo de los All-Stars fue un efímero desembarco del football en la ciudad, pues solamente disputaron una temporada en la NFL, la de 1923. El empeño de Ollie Kraehe en llevar un equipo a la ciudad le puso en posición de comprar una franquicia y lo hizo por el módico precio de 100 dólares (sí, cien: 100). Una vez hecha efectiva su adquisición, Kraehe se puso manos a la obra para montar un equipo en el que él mismo ejercería de propietario, general manager, entrenador y jugador, ya que sería uno de los integrantes de la línea ofensiva del ataque. Pero si empezar una franquicia desde cero ya resulta complicado, hacerlo una semana antes del inicio de la competición supondría un reto de dimensiones siderales. En efecto se trató de armar un equipo a la desesperada y, si bien un gran número de jugadores llegaron de las universidades locales de St. Louis y Washington, la falta de tiempo unida a la falta de talento para un equipo de nivel, hizo que la conformación del equipo fuera un tanto sospechosa con una plantilla de dudosa reputación. Después de un partido inaugural en el que perdieron por 25 a 0 frente a un equipo del estado vecino de Illinois, a éste le siguieron 2 enfrentamientos saldados con sendos empates a cero frente a Green Bay Packers y Hammond Pros.
Tras un inicio de la temporada oficial donde no pararon de perder partidos, repercusión y dinero, Kraehe decidió poner punto y final a su proyecto de equipo NFL en St. Louis tras acumular unas pérdidas económicas demasiado grandes y ver como su entusiasmo inicial se tornaba en un descalabro cada vez mayor. Así pues, la franquicia fue vendida de nuevo a la NFL, que tomaría la drástica decisión de hacer desaparecer al equipo.
Y si hablábamos de efímero desembarco el de los All-Stars, no fue mucho más longeva la andadura del segundo equipo profesional de la ciudad: los St. Louis Gunners.

Su creación fue como equipo independiente esponsorizado por el Regimiento de Artillería Ligera del Ejército de Missouri en el año 1931, y tomaron el nombre inicial de Battery a Gunner. En su primer año de vida consiguieron un récord de 5-2-1, si bien su único enfrentamiento contra un equipo NFL se saldó con una contundente derrota por 26-6 frente a los Chicago Cardinals. En su segunda temporada, la de 1932, su récord fue de 7-4-1, afianzándose como un equipo competitivo y teniendo 2 de sus 4 derrotas de nuevo frente a sendos equipos de la NFL: perdieron 20-7 de nuevo frente a sus vecinos de los Chicago Cardinals y cayeron por 12-0 ante los Portsmouth Spartans. Y en su tercera temporada, en la que ya tomaron el nombre de St. Louis Gunners, el equipo cosechó un nada desdeñable récord de 11-2-3, consiguiendo varias victorias en enfrentamientos con equipos NFL, como un 21-2 ante los Brooklyn Dodgers o su primer triunfo ante los Cardinals de Chicago por 28-7.
Ya en 1934 conseguirían el objetivo de jugar en la NFL. Si bien inicialmente fueron rechazados por el resto de propietarios, cuando la temporada tocaba a su fin y a falta de 3 partidos, la liga aprobó la venta de los Cincinnati Reds, lugar que ocuparían los Gunners y volvería la NFL a la ciudad de St. Louis. En este corto período consiguieron una única victoria por dos derrotas en los dos últimos partidos de la competición. Posteriormente la franquicia se movería a la competición rival, la American Football League, donde una temporada después acabaría desapareciendo.

Dejando atrás estas 2 breves aventuras iniciales y volviendo a avanzar hasta finales de la década de los 80, cuando los St. Louis "football" Cardinals habían abandonado la ciudad rumbo al desierto de Arizona, nos encontramos con una ciudad sedienta del deporte rey en los Estados Unidos. No en vano, la ciudad se puso manos a la obra con el fin de construir un nuevo estadio, el que años después se renombraría como The Dome at America's Center, para así tener la posibilidad de atraer una futura franquicia en caso de expansión de la NFL. En el año 1991 se hizo la petición formal para atraer a esta nueva franquicia, que recibiría el nombre de St. Louis Stallions, y al año siguiente, en 1992, se iniciaron las obras para la construcción del nuevo estadio que sería la casa del nuevo equipo. Todo marchaba viento en popa, el estadio iba avanzando según lo previsto y la franquicia iba tomando forma. De hecho era tal la seguridad de que acabarían por ser los elegidos en la expansión de la liga que ya se había creado el merchandising con los colores de la franquicia y se habían estampado camisetas con el escudo.
Pero en una ciudad en la que el football casi siempre había sido un sí pero no, estaría por llegar un nuevo contratiempo cuando la NFL anunció que las ciudades elegidas para acoger a las 2 nuevas franquicias serían Charlotte y Jacksonville. Una nueva decepción sacudía los corazones de la gente de la ciudad. Otra vez que se quedaban con la miel en los labios. Un volver a empezar en esa ardua tarea de recuperar las esperanzas de tener una franquicia de football profesional que abanderase a todos los habitantes de St. Louis.
Sin embargo, aquella miseria deportiva que inundó la ciudad con la partida de los "Football Cardinals" iba a llegar a su fin en el año 1995.
Y esto ocurriría de la mano de la propietaria de los Rams, cuya estancia en Los Angeles era cada vez más inestable y con mayores dificultades. Tras una serie de temporadas con malos resultados en lo deportivo la afluencia de público empezó a decaer estrepitosamente. Esto, unido a que estaban jugando sus partidos en el obsoleto Anaheim Stadium, lo que tampoco ayudaba a relanzar su popularidad, hizo que la dueña de la franquicia, Georgia Frontiere, se pusiera manos a la obra en busca de un nuevo estadio en el que poder revitalizar al equipo. Pero las infructuosas negociaciones con la ciudad de Los Angeles hizo que Frontier decidiera llevarse a los Rams a su ciudad natal y que vieran la luz de esa forma los renovados St. Louis Rams.
Y con la llegada de los Rams a la ciudad también llegaron los años más felices para los aficionados footballeros que por fin pudieron disfrutar de un equipo ganador. Tras un inicio mediocre y una serie de cambios en el equipo y en la franquicia, en 1996 se le dieron los mandos del barco al entrenador Dick Vermeil que acumulaba un historial ciertamente exitoso tanto en College, en la universidad de UCLA, como en la NFL donde había llevado a los Philadelphia Eagles a jugar la Super Bowl en 1980. Y si bien sus inicios fueron tan poco exitosos como los de sus antecesores, todo daría un giro de 180 grados 3 años después de la llegada de Vermail a la franquicia.
Durante la offseason de 1999 los Rams consiguieron al running back Marshall Faulk tras realizar un trade con los Indianapolis Colts, firmaron al quarterback Trent Green que llegaba como agente libre y draftearon al receptor Torry Holt, conformando con ellos una plantilla con una serie de skill players bastante notable y con unas aspiraciones mayores que las que habían tenido en los años anteriores. La gente de St. Louis volvía a tener fe, se había vuelto a disparar la esperanza y llegaban de nuevo los momentos dulces a las orillas del Mississippi. Pero ya saben, aquí las alegrías son efímeras, y durante uno de los partidos de pretemporada de ese mismo año frente a los San Diego Chargers el QB del equipo, el recién llegado Trent Green, se rompía el ligamento cruzado anterior de su rodilla, lo que supondría estar fuera el resto de la temporada. Un nuevo varapalo sacudía a una gente que parecía estar abocada al sufrimiento siempre que el football les traía un mínimo de ilusión a sus vidas. La mayoría de analistas y entendidos predijeron que los Rams volverían a tener otro año lleno de dificultades donde las derrotas serían mucho más habituales que las victorias. De hecho, ESPN Magazine vaticinó que cosecharían el peor récord de la liga.
Pero en esos momentos de zozobra en la franquicia y en la ciudad, cuando todo parecía venirse abajo y todas las esperanzas parecían deshacerse en pedazos una vez más tras la lesión de Green, nada más acabar el partido y en la rueda de prensa posterior al encuentro, Vermeil, entre lágrimas, se encargaría de coger las riendas de la situación y de plantarse frente a sus seguidores y poner luz en la oscuridad. "Ahora vamos a apoyar a Kurt Warner, él será nuestro quarterback, y vamos a jugar un buen football con él". Esas fueron sus palabras en una declaración de intenciones pero que dejaban evidentes dudas entre los aficionados del equipo.
Kurt Warner era un jugador de 27 años que no tenía ningún tipo de experiencia en la NFL. De hecho había compaginado el football con su trabajo como reponedor en un supermercado. Tras disputar varias temporadas de la Arena Football League y jugar en la NFL Europa, le llegaba su oportunidad en la difícil tarea de ponerse a los mandos de los St. Louis Rams sustituyendo a Trent Green. Y todas esas dudas que rodearon su aterrizaje en la liga se fueron esfumando cuando empezó a guiar magistralmente a un equipo que era la gran sensación de la liga. Tras unos primeros partidos realmente espectaculares, la revista Sports Illustrated le dedicó una portada que rezaba: ¿Quién es este tío?

Esa primera temporada con Kurt Warner a los mandos fue sencillamente espectacular: el QB lanzó para más de 4.000 yardas y 41 touchdowns y se hizo con el MVP de la temporada regular. Además, el corredor Marshall Faulk consiguió el premio al Offensive Player of the Year. Y con un récord de 13-3, el segundo mejor en la historia de la franquicia, se metieron en puestos de playoffs donde confirmarían las inmejorables sensaciones que habían dejado a lo largo de toda la temporada. Tras derrotar a Minnesota Vikings y a Tampa Bay Buccaners, se plantaron en la Super Bowl XXXIV para imponerse a los Tennessee Titans por 23 a 16, anotando un touchdown a falta de menos de dos minutos para acabarse el tiempo, y valiéndole a Kurt Warner también el MVP de la gran final.
Esta vez sí. Tras ver a sus muchachos levantar el Trofeo Vince Lombardi las lágrimas de la gente de St. Louis por fin eran de pura alegría. Eran campeones de la NFL.
Había nacido uno de los mayores espectáculos de la historia del deporte: "THE GREATEST SHOW ON TURF", el sobrenombre que se utilizó para hablar de una ofensiva que estaba siendo la sensación del deporte del oval y que había puesto a la ciudad de St. Louis en el epicentro footballero americano.
Tras la consecución del ansiado anillo de campeones, Dick Vermeil decidió retirarse del football y una parte del equipo se quedó en shock. Si bien en la temporada 2000 se entró en playoffs y en 2001 se volvió a llegar a jugar la Super Bowl, aunque esta vez cayendo derrotados frente a los New England Patriots, se empezaba con un declive que parecía no tener fin. Los resultados empezaron a torcerse y según iban saliendo las estrellas del equipo también lo iban haciendo los aficionados. Todo se iba desmoronando de tal modo que solo se ganaron 6 partidos en un período de 3 años.
Después del fallecimiento de Georgia Frontiere en 2008, la franquicia sería adquirida por el multimillonario Stan Kroenke que ya era propietario de los Denver Nuggets de la NBA y de los Colorado Avalanche de la NHL. A pesar de su promesa inicial de tratar de consolidar al equipo en la ciudad, y viviendo una situación de depresión general tanto a nivel deportivo como económico, y con una espantada general de aficionados, a finales de 2010 Kroenke finalmente acabó llevándose al equipo a la ciudad de Los Angeles. Así pues, el último partido de los St. Louis Rams se jugaría frente a los Tampa Bay Buccaners, obteniendo una última victoria por 31-23 para conceder una pequeña dosis final de alegría a la gente de St. Louis antes de volver a quedarse huérfanos una vez más.
Había vuelto a suceder: la ciudad volvía a derramar unas lágrimas que, como casi siempre, eran de auténtico desconsuelo.
Un nuevo revés para los amantes del oval en la ciudad del estado de Missouri que han tenido que esperar una década para llegar a la nueva era del football en St. Louis. Cuando nadie lo esperaba y cuando la esperanza ya parecía perdida, la antigua XFL creada por Vince McMahon anunciaba su regreso para la privamera de 2020 y lo haría con un equipo en la ciudad. Meses después se anunciaban los nombres elegidos: St. Louis Battlehawks era la nueva ilusión de la ciudad del blues. Y tal era la ilusión y el entusiasmo que rápidamente el equipo se colocaría en la cima de la liga en cuanto a seguimiento en redes sociales y en venta de productos de merchandising. Más tarde y con la competición ya iniciada lo haría también en cuanto a seguidores y asistencia en el estadio, llegando a meter a casi 30.000 aficionados en una liga donde la afluencia de público rondaba entre los 12.000 y los 15.000 espectadores. Con un buen equipo, liderado por el QB Jordan Ta'amu, el football estaba volviendo a arrasar en la ciudad, los fans estaban orgullosos de su equipo y la situación parecía augurar un futuro brillante. Así que, ¿qué podría salir mal esta vez? Cuando parecía que nada podría parar esta nueva ola de felicidad en la ciudad llegó la pandemia de Covid-19 para echar todo por tierra. No solo se canceló el resto de la temporada después de disputarse la semana 5 de competición, sino que la liga se hundió a causa de las pérdidas económicas derivadas de este imprevisto.
Parecía el colmo de los colmos. Se repetía la historia del football en St. Louis. Una sucesión de oportunidades fallidas y de ilusiones destruidas. Una mala suerte que parecía no tener fin.
Sin embargo esta vez la espera sería mucho más breve y con el anuncio del regreso de la XFL en la temporada 2023 se volvería a disfrutar de unos renovados St. Louis Battlehawks. Liderados por el entrenador principal Anthony Becht desde el banquillo y por A.J. McCarron como quarterback del equipo llegaría una nueva y exitosa temporada, con un récord de 7 victorias y 3 derrotas, y en la que si bien no pudieron conseguir la clasificación para los playoffs, de nuevo se disparó la ilusión en la ciudad. Más de 30.000 espectadores abarrotaban The Dome en cada encuentro como locales de los Battlehawks.

Los nuevos St. Louis Battlehawks habían llegado para quedarse, para satisfacción de su afición, para entusiasmo de la liga y para enaltecer un sentimiento. El sentimiento de sentirse parte de una franquicia que pasea con orgullo el nombre de una ciudad luchadora, de una ciudad que vive el football con pasión, de una ciudad que sabe levantarse de los varapalos, de una ciudad que valora como ninguna otra el tener un equipo con al que amar. En definitiva una ciudad enamorada de este deporte.
Una ciudad a la que poco importa que sus jugadores disputen la NFL, la XFL o, como hacen en la actualidad, la UFL, nuestra UFL. Porque la gente de St. Louis quiere ver football. La gente de St. Louis añoraba disfrutar con el football. La gente de St. Louis necesita amar el football.
Porque la gente de St. Louis se ha quedado sin nada, pero ahora con su equipo, con sus St. Louis Battlehawks, lo tienen todo.
Escrito por: Carlos (@CarlitosAyuso)
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